Me voy a permitir reproducir parte de un artículo de hace ya algunos años de mi cirujano y amigo Laureano Molins, de quien ya os he hablado.
El, con infinita autoridad más que yo, responde a la pregunta "¿Vale la pena dejar de fumar?
"La relación directa del tabaco con la enfermedad coronaria (angina de pecho e infarto de miocardio), enfisema pulmonar, enfermedad vascular periférica, cáncer de laringe, de pulmón, de esófago y de vejiga urinaria, ha quedado firmemente demostrada en numerosísimos artículos científicos contrastados, no ofreciéndose dudas al respecto. Un fumador de diez cigarrillos al día tiene diez veces más probabilidades de sufrir un cáncer de pulmón que uno no fumador, y los fumadores de uno-dos paquetes, veinte veces más. El 95% de los casos de cáncer de pulmón se da en fumadores o ex-fumadores de menos de 10 años, proporción difícilmente superada por cualquier otra relación casual en el organismo. Además, ha podido reproducirse experimentalmente en animales, un tumor similar al cáncer pulmonar en el hombre fumador.
En una encuesta realizada por el programa "Europa contra el cáncer" de 1987, tan solo el 67% del gran público español identifica el tabaco como una de las causas más comunes de cáncer. Un dato a destacar es que en ninguna de las encuestas de opinión disponibles se haya planteado indagar si el gran público conoce o toma en consideración aspectos como el efecto del tabaquismo pasivo, o si el tabaco produce dependencia o ni siquiera sobre el grado de conciencia que pueda tener respecto a la magnitud con la cual las repercusiones del tabaco afectan la salud de la población civil.
Es bien conocido que, debido a su combustión incompleta el humo que desprende el cigarrillo de forma espontanea entre "calada " y "calada", la llamada corriente secundaria, contiene sustancias más nocivas e incluso algunas en mayor cantidad que el aspirado directamente. Igualmente es conocido que la corriente secundaria no solo es molesta, como prueba el hecho de que al 60% de la población le molesta el humo del cigarrillo (incluso un 25% de los fumadores de más de 30 cigarrillos al día), sino que además tiene efectos negativos para la salud del no fumador. Tales efectos, a pesar de estar suficientemente probados aún siguen siendo cuestionados y considerados como hallazgos de unos pocos estudios aislados. Nada más lejos de la realidad: Los fumadores que trabajan en locales cerrados junto a fumadores, se llevan cada día a sus pulmones el tóxico equivalente a seis cigarrillos. Una hora en un bar "cargado de humo", equivale a tres cigarrillos fumados. El riesgo del cónyuge que convive con un fumador a sufrir cáncer de pulmón es doble del que no esta expuesto. No puede admitirse, por tanto, que persista la ignorancia ni siquiera la duda a nivel social, sobre los riesgos del fumador pasivo; máxime cuando la evidencia sobre este concepto constituye el motivo por el que se esta haciendo cada vez más frecuentes normas por las que se reglamenta o prohibe la supresión de fumar en los centros sanitarios, áreas públicas y lugares de trabajo.
¿ Pero realmente vale la pena dejar de fumar?.
Muchos fumadores retrasan su decisión porque piensan que el daño ya esta echo y que dejarlo ya no va a servir de nada. Esto no es cierto. El deterioro producido por el tabaco es acumulativo y cuanto antes se deja de fumar mayores son los beneficios. En cuanto a la capacidad pulmonar de un fumador que deja de fumar a los 45 años tardará unos 10-20 años más en encontrarse incapacitado que un fumador que continua fumando, que sentirá su incapacitación a los 65 años. En relación al cáncer de pulmón varios estudios han demostrado que, en los fumadores que cesan, existe una reducción importantísima del riesgo de sufrir cáncer de pulmón, respecto a los que continúan fumando. Así, a los cinco años de no fumar, el riesgo de muerte por cancer de pulmón es casi la mitad del riesgo del fumador y hacia los 10-15 años, el riesgo de padecer cáncer de pulmón es tan bajo como el de los individuos que nunca han fumado.
¿Que es lo que dificulta el dejar de fumar?.
El tabaco es una sustancia que el individuo se autoadministra de diferentes maneras para proporcionarse el beneficio de sus efectos y/o evitar la sintomatología desagradable de su privación, lo que plenamente encaja con el concepto que se tiene de drogadicción en la sociedad actual. Por lo tanto es necesario dejar de considerar el tabaquismo como un hábito para darle el apelativo que realmente le corresponde: el de una dependencia. Efectivamente, el tabaco provoca efectos psicoactivos placenteros, se emplea como refuerzo de la conducta, da lugar a patrones de uso estereotipados, conduce al desarrollo de tolerancia, que a su vez facilita el uso compulsivo, se utiliza aún a pesar de los perjuicios que conlleva y presenta un número importante de recaídas durante la deshabituación. Todas ellas características bien definidas y asimiladas con cualquier dependencia. Veamos dos pruebas de ello: el porcentaje de recaídas en el transcurso del primer año después de conseguida la abstinencia es idéntico para la adicción a la heroína, el alcohol y el tabaco. Diferentes encuestas coinciden en que más de la mitad de los fumadores desean dejar de fumar pero no pueden conseguirlo. Alguna de ellas nos informa de la proporción de fumadores que lo han intentado seriamente y supera el 40%. Hoy existen los medios suficientes para ayudar a aumentar el porcentaje de éxitos.
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