San Fermín nació en Pompaelo, la actual Pamplona en el año 272.
Era hijo de un Senador pagano, llamado Firmo.
Sus padres se convirtieron a la fé cristiana tras oir las predicaciones de san Honesto y de san Saturnino de Tolosa.
Bajo la tutela de Honesto, Fermín aprendió religión y el arte de la "prédica".
A los 18 años fue enviado a Tolosa, donde sería ordenado. Tras predicar en Navarra, marchó a Francia, donde se asentó en Amiens. Habiendo organizado la construcción de la iglesia local, fue nombrado obispo a los 24 años. La oposición oficial a la doctrina cristiana le granjeó la cárcel, donde, tras negarse a cesar su prédica, fue decapitado a la edad de 31 años.
En 1186 el obispo Pedro de París llevó de Amiens a Pamplona una reliquia de la cabeza de Fermín.
Actualmente su santoral se celebra el 7 de julio. En Pamplona se conmemora con unas fiestas de fama internacional, los Sanfermines, en las que destacan los encierros de toros.
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En el encierro de hoy, 8 de julio de 2011 ha sido corneado garvemente un chaval de 24 años australiano.
Un gilipollas que perseguía al toro por toda la plaza como si fuera una oveja, ... y él, un borrego.
No quiero entrar en defender ni criticar las corridas de toros.
No quiero entrar en defender ni criticar los encierros.
Pero sí me permito expresar mi opinión de que el toro, como cualquier otro animal, es noble y sólo ataca si se vé atacado, acorralado o asustado.
Otros animales, los salvajes, también atacan para comer, si tienen hambre y no tienen comida. El toro, ni eso.
Por otra parte el encierro no deja de ser una técnica consistente en dirigir a la manada de un lugar a otro.
Normalmente, en los Sanfermines jamás hay una cogida de un "mozo".
Ellos conocen la técnica, duermen lo suficiente la nocha anterior y jamás beben antes del encierro.
Corren un número limitado de metros junto a los toros y los cabestros, se van relevando y no incordian al animal, sólo lo dirigen.
Pero luego están los gilipollas, no conocen la técnica, se pasan la noche en vela, ciegos de alcohol, y muy machos ellos.
Luego, cuando el toro, hasta los cojones de incordio, se revuelve, a ellos se les caen los mismos al suelo, como al chaval austrialiano de hoy, se asustan , resbalan y el hastado le desgarra el muslo y una arteria.
No quiero criticar los Sanfermines, pero sí critico a los que permiten que unos cuantos guiris borrachos conviertan el encierro en un espectáculo tercermundista de país subdesarrollado.
Pobre San Fermín, cuanto debe sufrir el hombre.
Se debe acordar cada año del circo romano de la tierra de sus progenitores.
Entiende, querido San Fermín que hay demasiados intereses económicos por el medio.
Como en lo del tabaco.
¡Viva San Fermín!
¡Gora San Fermín!
8 de julio de 2011.