Parece que entramos en la recta final.
Sólo quedan diez etapas y el epílogo.
Cuando uno entra en la recta final, se suele mirar un instante atrás y, enseguida, volver la vista hacia la meta.
Lo he visto en las carreras ciclistas, en las de velocidad, en las de fondo y en los maratones.
El maratón más largo de todos seguramente es el maratón de la vida, porque es el único que dura toda la vida.
Entresaco unas frases de una columna que escribe en La Vanguardia de hoy la periodista Pilar Rahola (habla de los abuelos):
"Decía Pío Baroja que cuando uno se hace viejo, le resulta más placentero releer que leer, y la escritora Marie Eschenbach aseguraba que en la juventud aprendemos, pero en la vejez comprendemos. Nuestras personas mayores releen el libro de la vida y a menudo comprenden aquello que hasta ahora sólo habían aprendido, ... . Porque, al fin y al cabo, ¿cómo podemos saber hacia dónde vamos, si no sabemos de dónde venimos?".
Yo sólo pude conocer a uno de mis abuelos, el materno, el de Soria. Ya os hablé de él.
El no conocía ni a Pilar Rahola, probablemente tampoco a Pío Baroja y, por supuesto, no tenía ni idea de quien era Marie Eschenbach, pero comprendía, y releía continuamente en el libro de la vida.
Ahora el apasionante libro de la vida me ha regalado tres nietos.
Todavía tengo una edad en la que puedo aprender, pero me gustaría que cada vez más sea capaz de comprender que de aprender.
Todavía tengo una edad en la me gusta leer, pero me gustaría que cada vez más sea capaz de releer.
Todavía tengo una edad en la que no estoy del todo seguro hacia dónde voy y por eso quiero sumergirme en las entrañas del de dónde vengo.
Gracias Pilar.
Gracias abuelo.
Gracias, mis encantadores nietos, Lucas, Leo y Jan.
Este capítulo os lo dedico a vosotros y mi promesa de, por vosotros, que recordeis, cuando seais abuelos, que vuestro abuelo fue capaz de dejar de fumar.
3 de julio de 2011.