miércoles, 12 de enero de 2011

4. Urbano VIII, el Papa que excomulgó a los fumadores

Urbano VIII fue Papa entre Gregorio XV e Inocencio X
Lo fue entre 1623 y 1644

Nació como Maffeo Barberini en el seno de una noble familia florentina y fue educado por los jesuitas en el Colegio Romano

En 1604 fue nombrado arzobispo de Nazaret y enviado a París como nuncio apostólico hasta que en 1606 el papa Pablo V lo nombró cardenal presbítero, y en 1608 arzobispo de Spoleto.

Tras la muerte de Gregorio XV, el Colegio cardenalicio estaba compuesto por sesenta y seis miembros de los que sólo cincuenta y cuatro se reunieron en cónclave para designar al sucesor de San Pedro. Cincuenta de los cardenales reunidos eligieron al cardenal Barberini como nuevo pontífice.

Una de sus primeras medidas como pontífice fue la canonización de San Felipe Neri (1), San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier.

Urbano VIII nombró, a los pocos días de su nombramiento papal, cardenal a su sobrino Francesco Barberini , poniéndolo al frente de la Biblioteca Vaticana; a su también sobrino Antonio Barberini lo hizo igualmente cardenal nombrándolo camarlengo y comandante en jefe de las tropas pontificias; a un tercer sobrino, Tadeo Barberini, también alcanzó el cardenalato y nombrado prefecto de Roma y general de las tropas papales. Por último, a su hermano Antonio Marcelo tras nombrarlo cardenal lo hizo gran penitenciario (2).

Este comportamiento hizo sentenciar al pueblo romano: quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini (Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini).

Durante su pontificado, entre el 23 de septiembre de 1632 y el 22 de junio de 1633 tuvo lugar el juicio que se siguió contra Galileo Galilei y en el que éste se vio obligado a retractarse de sus tesis sobre el heliocentrismo.

A Urbano VIII le tocó representar un difícil papel en el drama político de la Guerra de los Treinta Años, toda una sucesión de guerras mal llamadas «de religión».

Francia, la católica monarquía del catolicísimo Luis XIII, la nación regida por cardenales como Richelieu y Mazarino, el país cuya diplomacia estaba encomendada a un fraile capuchino (el padre José, la «eminencia gris»), se alineó en la campaña con los protestantes alemanes y con los suecos de Gustavo II Adolfo contra los Habsburgo españoles y austriacos.

Felipe IV pidió al papa en reciprocidad con su incuestionada fidelidad la ayuda económica del Vaticano y la condena espiritual de la desleal política francesa. Protestó enérgicamente por medio de sus cardenales ante el consistorio romano denunciando que el papa obrara en connivencia con Francia, cómplice, a su vez, de los protestantes cuando luchaban contra las monarquías verdaderamente católicas.

Mas el papa no respondió. Pesaban demasiado las lecciones del pasado, de forma que Urbano VIII temía tanto el excesivo poder del eje imperial hispano-alemán del que Italia nunca se había visto libre, como que Francia se orientase hacia posiciones cismáticas como las adoptadas por Inglaterra. Quiso mantener una aparente neutralidad no comprendida por el bando católico y arriesgó que Roma se viera expuesta a la ofensiva de las tropas imperiales con la que amenazaba seriamente Albrecht von Wallestein.

Se evitó en última instancia cuando el papa, en un gesto compensatorio de su negativa a reprobar la actuación francesa, quiso complacer a Felipe IV con otra negativa: en este caso, la del reconocimiento de la independencia de Portugal, que lograba desgajarse de España en 1640, y de la legitimación de la casa de Braganza en la persona de Juan IV.

A su política de mecenazgo se debe también la construcción de la villa de Castel Gandolfo, lugar de vacaciones de los papas.

Pués bién , este "figura" EXCOMULGÓ A LOS FUMADORES, CULPABLES DE USAR "UNA SUSTANCIA TAN DEGRADANTE PARA EL ALMA COMO PARA EL CUERPO"

Unos 100 años despues, en 1732 el Papa Benedicto XIII, un fumador empedernido, revocó los edictos que prohibían su uso. Obviamente esa normatividad sólo aplicó en tierras cristianas, por lo que a principios del siglo XVII, mientras Europa central comenzaba a explorar los efectos terapéuticos que se atribuían al tabaco, Rusia, Turquía y China aún castigaban a los fumadores con pena de muerte.

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Bien , en la seguridad de que se puede entrar en el Reino de los Cielos siendo pecador empedernido, pero en la duda de que se pueda entrar siendo fumador empedernido y, mejor no fumar, ... por si acaso.

12 de enero de 2011

(1) aparte de de un Santo Beatificado por Urbano VIII "Sant Felipe Neri" es una Plaza encantadora y un rincón magnífico de Barcelona . Recomiendo su visita a mis queridos desconocidos que no la conozcan

(2)vaya ¡Tráfico de influencias! Al parecer Urbano VIII fue precursos de algunos iluistres políticos actuales

1 comentario:

  1. Vaya con los Papas. Si uno es malo por prohibir el tabaco y excomulgar a los fumadores el otro es peor por admitir el cigarrillo. Resulta que los papas en general y los Papas que citas en particular van a hacer buena a la Pagin.
    Lo que desconocéis los católicos practicantes es que Jesus, asenio, fumaba alguna especie de cáñamo como después hizo Mahoma y hoy lo hacen muchos de sus seguidores: el mejor hachís es el que se cultiva en Marruecos cara a la Meca.
    Deja de fumar tabaco Rubio americano y lía algún porro en papel sin aditivos.
    ANIMO creo que lo vamos a conseguir

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